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“Rara avis para estos tiempos en que se habla de la no-narrativa, Walter Iannelli a pura narrativa consigue un libro excepcional." (Vicente Battista).
“…Momento epifánico. Las siguientes cuatro horas, hasta que llegué a la última página del último cuento, … no pude despegar la nariz. Los cuentos de Metano son como deben ser: soberbios. ” (Los asesinos Tímidos, por Marina Arias).
“…el libro de Walter Iannelli lleva el nombre de Metano: sus personajes no explotan, pero están a punto de mezclarse con el aire y generar combustion.” (No Retornable / Pliegues en el camino a la ficción, por Laura Gentilezza)
“…la sensualidad como una manera de la imposibilidad. Personajes que ganan y pierden, todo el tiempo.” (revista Llegás)
“Iannelli es un maestro en describir al hombre común medio de ciudad, sus frustraciones sexuales, emocionales y metafísicas.” (las manos de Urias Heep / Metano, por Ricardo Curci)
“Iannelli logra un libro que resulta tan interesante para quienes leen habitualmente, por la frescura de su trama, su logrado registro y certeza en su vocabulario, como también un excelente libro para recomendar a esos amigos que sienten la literatura como ajena.” (Esperando a Godot / por Víctor Malumián)
“Walter Iannelli es uno de esos escritores que le incorporan al cuento las palabras justas y necesarias.” (Os Ama / La caza de la Becacina, por Jaime Rodríguez).
“Como eje de narración: el vínculo. Uno que va pasándose de historia a historia en formaciones dobles o familiares, desde la óptica ya del vencedor o del vencido, que siempre se abraza a ese elemento como a un péndulo; el de las relaciones entre sujetos.”
(Revista Quetrófila / Metano por Valería Tentoni)
“… Una mano inteligente y muy diestra que pone de manifiesto la madurez creativa de su autor, donde el humor y la intensidad emocional se integran sabiamente… (Alberto Ramponelli)
“Walter Iannelli, narra, historias variadas, de sólido entramado, donde sobresale un conflicto central: los personajes protagonistas se ven asediados por algún elemento extraño, ajeno a su mundo cotidiano, que amenaza con toda su carga desestabilizadora...” (Diario Perfil)
“Iannelli compila sus cuentos distinguidos por el Fondo Nacional de las Artes para ofrecernos estas historias de desilusiones, contadas con acidez y un realismo nada edulcorado.” (El Día de La Plata / Revista de Domingo).
“… los diecisiete cuentos reunidos en Metano, Walter Iannelli se interna en esos pliegues imperceptibles de las relaciones humanas, que esconden asuntos existenciales, casi del orden de lo filosófico y demuestra cómo un despliegue eficaz de recursos –la presencia del humor es primordial– invita a una lectura sin interrupciones”. (G.F, Revista Nómada)
“El gas le da nombre al relato, a la vez que éste al libro, que se compone de otros dieciséis cuentos de singular factura y trama inteligente.” (Revista Lilith, por Rubén Sacchi)
“El cuento de los viejos que estallan (Metano) es una de las cosas más espeluznantes y asombrosas que he leído en los últimos tiempos. El tratamiento de convertir un hecho extraordinario en un suceso casi convencional, de difícil sustento, y llegar airoso al final (no sólo airoso, enriquecido) revela un manejo del oficio reservado a unos pocos. Manejás una especie de horror cotidiano que parece una característica de tu estilo y que se me hace presente como una suerte de constante en tu obra… Bueno, nada, creo que estás llamado a ocupar un lugar importante en nuestras letras.”
(Luis Saez, carta al autor)
“Walter Iannelli, narrador y poeta, nos trae en su último libro diecisiete cuentos cortos electrizantes… ” (El Arca)
Los Asesinos Tímidos / METANO (de Walter Iannelli), por Marina Arias
METANO
de Walter Iannelli
Paradiso, 2010
por Marina Arias
(también se puede leer en Los Asesinos Tímidos http://asesinostimidos.blogspot.com/2010/05/metano-de-walter-ianelli-por-marina.html)
Días atrás, en un doloroso anochecer de domingo igual a tantos otros, fui parte de una mesa de cuentistas en la Feria del Libro en la que, a pesar de los esfuerzos desesperados de todos por encaminar la charla hacia algún sendero novedoso, se terminó debatiendo en torno a una cuestión, que, a esta altura de la soirée, es como preguntarse acerca del sexo de los ángeles: ¿qué es un cuento?
Una hora y media después salí hacia a la Avenida Sarmiento con un regusto amargo: una vez más los seguidores del cuento habíamos terminado defendiéndonos de la omnipresencia discursiva de la novela y quejándonos (¡una vez más!) del ninguneo del mercado al que no parecemos resignarnos.
Pero cuando llegué a mi casa, después de romper en mil pedacitos la hoja A4 en la que había punteado para la ocasión algunas ideas que finalmente habían resultado completamente estériles, abrí Metano, el libro de Iannelli que me había dado el editor de esta revista mientras entrábamos a la sala Villafañe: de tapas negras, lindísimo como todos los volúmenes de Paradiso, e ilustrado con una acuarela de Kandinsky.
Me tiré en la cama y, sin demasiadas ganas, arranqué por el primer cuento. Oh, sorpresa. Momento epifánico. Las siguientes cuatro horas, hasta que llegué a la última página del último cuento, el número 17 (“la desgracia” para los cabuleros, y no puedo evitar preguntarme si la cantidad será una mera casualidad, porque si hay algo que se filtra por entre estos relatos de Iannelli es eso, la desgracia) no pude despegar la nariz. Y como una paráfrasis de la poesía de Bécquer más trillada, se me presentizó una idea: “¿Qué es cuento?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul...”.
Siempre que sintamos imposible alcanzar una definición certera de nuestro género favorito, habrá ejemplos paradigmáticos a los que recurrir, como casi todos los cuentos que nos esperan en Metano. Cuentos redondos, en los que más allá del género específico –los hay simbólicos y cercanos al absurdo, como el propio Metano en el que la gente explota; los hay existencialmente costumbristas como Islas, que cierra el libro y es una de las mejores traducciones literarias con las que me he topado sobre lo que es la vivencia de la paternidad– se siente siempre la absoluta necesariedad de cada palabra y de cada acción de acuerdo a la propuesta particular de cada relato.
Como una suerte de heredero de la tradición cuentística vernácula, Iannelli sorprende con originales homenajes a Borges, como el genial Construcción de una muerte, guiños claramente cortazarianos como Los que vuelven a la casa de Javier o La vida a partir de Teresita, y hasta ecos de la literatura de Abelardo Castillo como es el caso de El rincón de las ánimas.
Los cuentos de Metano son como deben ser: soberbios. Porque un buen cuento –después de todo y por sobre cualquier tipo de debate infructuoso en la Feria del Libro– en definitiva no es otra cosa que un texto que, sin enunciarlo y en un tono que nunca deja de ser cómplice, nos susurra al oído: “lector, no sé si merecés que te cuente esto… pero no puedo evitarlo… aquí vamos…”.
de Walter Iannelli
Paradiso, 2010
por Marina Arias
(también se puede leer en Los Asesinos Tímidos http://asesinostimidos.blogspot.com/2010/05/metano-de-walter-ianelli-por-marina.html)
Días atrás, en un doloroso anochecer de domingo igual a tantos otros, fui parte de una mesa de cuentistas en la Feria del Libro en la que, a pesar de los esfuerzos desesperados de todos por encaminar la charla hacia algún sendero novedoso, se terminó debatiendo en torno a una cuestión, que, a esta altura de la soirée, es como preguntarse acerca del sexo de los ángeles: ¿qué es un cuento?
Una hora y media después salí hacia a la Avenida Sarmiento con un regusto amargo: una vez más los seguidores del cuento habíamos terminado defendiéndonos de la omnipresencia discursiva de la novela y quejándonos (¡una vez más!) del ninguneo del mercado al que no parecemos resignarnos.
Pero cuando llegué a mi casa, después de romper en mil pedacitos la hoja A4 en la que había punteado para la ocasión algunas ideas que finalmente habían resultado completamente estériles, abrí Metano, el libro de Iannelli que me había dado el editor de esta revista mientras entrábamos a la sala Villafañe: de tapas negras, lindísimo como todos los volúmenes de Paradiso, e ilustrado con una acuarela de Kandinsky.
Me tiré en la cama y, sin demasiadas ganas, arranqué por el primer cuento. Oh, sorpresa. Momento epifánico. Las siguientes cuatro horas, hasta que llegué a la última página del último cuento, el número 17 (“la desgracia” para los cabuleros, y no puedo evitar preguntarme si la cantidad será una mera casualidad, porque si hay algo que se filtra por entre estos relatos de Iannelli es eso, la desgracia) no pude despegar la nariz. Y como una paráfrasis de la poesía de Bécquer más trillada, se me presentizó una idea: “¿Qué es cuento?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul...”.
Siempre que sintamos imposible alcanzar una definición certera de nuestro género favorito, habrá ejemplos paradigmáticos a los que recurrir, como casi todos los cuentos que nos esperan en Metano. Cuentos redondos, en los que más allá del género específico –los hay simbólicos y cercanos al absurdo, como el propio Metano en el que la gente explota; los hay existencialmente costumbristas como Islas, que cierra el libro y es una de las mejores traducciones literarias con las que me he topado sobre lo que es la vivencia de la paternidad– se siente siempre la absoluta necesariedad de cada palabra y de cada acción de acuerdo a la propuesta particular de cada relato.
Como una suerte de heredero de la tradición cuentística vernácula, Iannelli sorprende con originales homenajes a Borges, como el genial Construcción de una muerte, guiños claramente cortazarianos como Los que vuelven a la casa de Javier o La vida a partir de Teresita, y hasta ecos de la literatura de Abelardo Castillo como es el caso de El rincón de las ánimas.
Los cuentos de Metano son como deben ser: soberbios. Porque un buen cuento –después de todo y por sobre cualquier tipo de debate infructuoso en la Feria del Libro– en definitiva no es otra cosa que un texto que, sin enunciarlo y en un tono que nunca deja de ser cómplice, nos susurra al oído: “lector, no sé si merecés que te cuente esto… pero no puedo evitarlo… aquí vamos…”.
revista No retornable / "Pliegues en el camino a la Ficción", por Laura Gentilezza
Se puede leer también en No Retornable www.no-retornable.com.ar/v3/nuevo/gentilezza.html
El metano es un gas. Mezclado con el aire es inflamable y produce explosiones. Cuando esto ocurre se llama grisú. El aire y la explosión le cambian el nombre. Quizás por eso el libro de Walter Iannelli lleva el nombre de Metano: sus personajes no explotan, pero están a punto de mezclarse con el aire y generar combustión.
Metano (Paradiso ediciones, 2008) reúne dieciséis cuentos de una prosa accesible que desde lo no dicho conducen al lector a los lugares sórdidos que se esconden en la cotidianeidad. Sus personajes son mundanos, ordinarios, y en el relato de sus historias hay un pliegue por donde la narración se mete a buscar lo que va a contar, como si en un principio no lo supiera.
Lo que hay en la casa de Javier (“Los que vuelven a la casa de Javier”), que el narrador apenas soporta, pero que ratifica lo que él es; las soluciones que Mario busca en el consultorio de Li (“Carpintero”) y que abren camino para una reflexión sobre la condición del hombre en Oriente y Occidente; ese lugar al que hay que patear para ganar pero donde todo deja de existir (“El rincón de las ánimas”). Pliegues.
Los narradores van descubriendo qué es lo que cuentan a medida que lo hacen. El lector queda implicado en la construcción de estos relatos y de esta búsqueda como testigo presencial. Es un logro de la prosa desacelerada de Iannelli y de su mirada particular sobre lo real. Mirada que emerge en los dos cuentos cuyo objeto es la misma práctica literaria: “Un tal Roberto Drode” y “Apuntes acerca de la obra de Carlos Nonato Zúniga”. En el primero, parodia el circuito de concursos literarios. Un escritor frustrado busca a Drode, quien aparentemente roba sus obras y gana los que deberían ser sus premios. En el segundo, un crítico literario destruye con su comentario una novela para prestigiarse y es visitado por el autor. Zúniga lo desafía a reparar su error escribiendo él mismo una novela. El escritor obliga al crítico a padecer la experiencia de la narración, de la búsqueda de ese lugar tercero que Saer llama ficción.
En esa lúcida definición sobre la narración que es El concepto de ficción, Saer cita una frase de Goethe “‘La novela es una epopeya subjetiva en la que el autor pide permiso para tratar el universo a su manera; el único problema consiste en saber si tiene o no una manera; el resto viene por añadidura’”. Lo que Goethe afirma vale también para el cuento, para la narración. Esa manera es el modo en que el autor se aproxima a lo real, el modo en que decide contar. En eso consiste la ficción, una manera particular, ni verdadera ni falsa, de acercarse a la realidad.
En Iannelli esa manera es eso no dicho que los narradores van buscando y que construye, mientras avanza, un clima cotidiano con repliegues sórdidos. Son todas situaciones usuales: policías que llegan a una casa en “Construcción de una muerte”, una broma de campo a un pibe de ciudad en “La caza de la Becacina”, amigos en un pool en “Cajas chinas” y el encuentro con un viejo compañero de la secundaria en “La vida a partir de Teresita”; y toda esa cotidianeidad es rasgada por un pliegue que se abre y conecta con lo oscuro: el nene ahogado en la bañera, la Becacina que no existe y que por eso Bruno no podía encontrar, las fotografías que El Ruso muestra y que dan cuenta de que él no sólo es testigo de lo que retrata y, magistral, la verdadera Teresita que Lucho esconde.
Este modo de “tratar el universo” se evidencia en “Metano”, el cuento que le presta su nombre al libro. Relato fantástico (aquí lo cotidiano está burlado), hacia el final un instante de sueño del narrador hace dudar al lector sobre todo lo ocurrido. Sólo hacia el final nos damos cuenta de que no hay nada oculto en ese instante: el narrador va descubriendo lo que ocurre mientras lo cuenta. Los personajes explotan voluntariamente, y esa metáfora fantástica sirve de clave para leer a los otros personajes de estos relatos que no explotan, pero que están a punto de rozarse con el aire. Los micro relatos enlazados de “Moebiusuibeom” dan cuenta de eso, los personajes soportan: su trabajo, su angustia, su pareja, sus deseos, pero no explotan; y esa posibilidad da lugar a la narración: porque no explotan y soportan es que sus historias pueden contarse. Lo que importa es cómo atraviesan sus experiencias, ése es el material narrable. El profesor Van Kilmer, que sabe que el trabajo de Mónica no sirve y que no quiere publicarlo, y sin embargo lo corrige. Porque Van Kilmer soporta (y opta por no hacer) lo que realmente quiere hacer es que hay relato.
El libro se cierra con “Islas”. Un relato extrañado con un clima familiar tanto por el tema, que es el fin de semana de una familia, como por el tono monótono que le infunde tranquilidad a todo el cuento. Excelente modo de cerrar un libro en donde lo habitual genera todo el clima y la narración se filtra por esos intersticios sórdidos, que son los que todos tenemos en nuestra vida diaria. Porque recupera esos rincones donde todo está a punto de explotar pero no lo hace es que vale la pena leer este libro.
El metano es un gas. Mezclado con el aire es inflamable y produce explosiones. Cuando esto ocurre se llama grisú. El aire y la explosión le cambian el nombre. Quizás por eso el libro de Walter Iannelli lleva el nombre de Metano: sus personajes no explotan, pero están a punto de mezclarse con el aire y generar combustión.
Metano (Paradiso ediciones, 2008) reúne dieciséis cuentos de una prosa accesible que desde lo no dicho conducen al lector a los lugares sórdidos que se esconden en la cotidianeidad. Sus personajes son mundanos, ordinarios, y en el relato de sus historias hay un pliegue por donde la narración se mete a buscar lo que va a contar, como si en un principio no lo supiera.
Lo que hay en la casa de Javier (“Los que vuelven a la casa de Javier”), que el narrador apenas soporta, pero que ratifica lo que él es; las soluciones que Mario busca en el consultorio de Li (“Carpintero”) y que abren camino para una reflexión sobre la condición del hombre en Oriente y Occidente; ese lugar al que hay que patear para ganar pero donde todo deja de existir (“El rincón de las ánimas”). Pliegues.
Los narradores van descubriendo qué es lo que cuentan a medida que lo hacen. El lector queda implicado en la construcción de estos relatos y de esta búsqueda como testigo presencial. Es un logro de la prosa desacelerada de Iannelli y de su mirada particular sobre lo real. Mirada que emerge en los dos cuentos cuyo objeto es la misma práctica literaria: “Un tal Roberto Drode” y “Apuntes acerca de la obra de Carlos Nonato Zúniga”. En el primero, parodia el circuito de concursos literarios. Un escritor frustrado busca a Drode, quien aparentemente roba sus obras y gana los que deberían ser sus premios. En el segundo, un crítico literario destruye con su comentario una novela para prestigiarse y es visitado por el autor. Zúniga lo desafía a reparar su error escribiendo él mismo una novela. El escritor obliga al crítico a padecer la experiencia de la narración, de la búsqueda de ese lugar tercero que Saer llama ficción.
En esa lúcida definición sobre la narración que es El concepto de ficción, Saer cita una frase de Goethe “‘La novela es una epopeya subjetiva en la que el autor pide permiso para tratar el universo a su manera; el único problema consiste en saber si tiene o no una manera; el resto viene por añadidura’”. Lo que Goethe afirma vale también para el cuento, para la narración. Esa manera es el modo en que el autor se aproxima a lo real, el modo en que decide contar. En eso consiste la ficción, una manera particular, ni verdadera ni falsa, de acercarse a la realidad.
En Iannelli esa manera es eso no dicho que los narradores van buscando y que construye, mientras avanza, un clima cotidiano con repliegues sórdidos. Son todas situaciones usuales: policías que llegan a una casa en “Construcción de una muerte”, una broma de campo a un pibe de ciudad en “La caza de la Becacina”, amigos en un pool en “Cajas chinas” y el encuentro con un viejo compañero de la secundaria en “La vida a partir de Teresita”; y toda esa cotidianeidad es rasgada por un pliegue que se abre y conecta con lo oscuro: el nene ahogado en la bañera, la Becacina que no existe y que por eso Bruno no podía encontrar, las fotografías que El Ruso muestra y que dan cuenta de que él no sólo es testigo de lo que retrata y, magistral, la verdadera Teresita que Lucho esconde.
Este modo de “tratar el universo” se evidencia en “Metano”, el cuento que le presta su nombre al libro. Relato fantástico (aquí lo cotidiano está burlado), hacia el final un instante de sueño del narrador hace dudar al lector sobre todo lo ocurrido. Sólo hacia el final nos damos cuenta de que no hay nada oculto en ese instante: el narrador va descubriendo lo que ocurre mientras lo cuenta. Los personajes explotan voluntariamente, y esa metáfora fantástica sirve de clave para leer a los otros personajes de estos relatos que no explotan, pero que están a punto de rozarse con el aire. Los micro relatos enlazados de “Moebiusuibeom” dan cuenta de eso, los personajes soportan: su trabajo, su angustia, su pareja, sus deseos, pero no explotan; y esa posibilidad da lugar a la narración: porque no explotan y soportan es que sus historias pueden contarse. Lo que importa es cómo atraviesan sus experiencias, ése es el material narrable. El profesor Van Kilmer, que sabe que el trabajo de Mónica no sirve y que no quiere publicarlo, y sin embargo lo corrige. Porque Van Kilmer soporta (y opta por no hacer) lo que realmente quiere hacer es que hay relato.
El libro se cierra con “Islas”. Un relato extrañado con un clima familiar tanto por el tema, que es el fin de semana de una familia, como por el tono monótono que le infunde tranquilidad a todo el cuento. Excelente modo de cerrar un libro en donde lo habitual genera todo el clima y la narración se filtra por esos intersticios sórdidos, que son los que todos tenemos en nuestra vida diaria. Porque recupera esos rincones donde todo está a punto de explotar pero no lo hace es que vale la pena leer este libro.
El Arca Digital, Diciembre 2008
También se puede leer en http://www.elarcadigital.com.ar/modules/libreria/archivo.php?desde=400
Walter Iannelli, narrador y poeta, nos trae en su último libro diecisiete cuentos cortos. En clave realista, el autor pasea por diferentes ámbitos a sus personajes. Un fin de semana familiar en casa de un amigo, un colectivo para dos, lo occidental y lo oriental debatiéndose en el consultorio de un chino, entre otros. Uno que va pasándose de historia a historia en formaciones dobles o familiares, desde la óptica ya del vencedor o del vencido, que siempre se abraza a ese elemento como a un péndulo; el de las relaciones entre sujetos.
Walter Iannelli, narrador y poeta, nos trae en su último libro diecisiete cuentos cortos. En clave realista, el autor pasea por diferentes ámbitos a sus personajes. Un fin de semana familiar en casa de un amigo, un colectivo para dos, lo occidental y lo oriental debatiéndose en el consultorio de un chino, entre otros. Uno que va pasándose de historia a historia en formaciones dobles o familiares, desde la óptica ya del vencedor o del vencido, que siempre se abraza a ese elemento como a un péndulo; el de las relaciones entre sujetos.
Esperando a Godot / Metano por Víctor Malumián
Se puede leer también en
http://egodot.blogspot.com/2009/04/metano-walter-iannelli.html
Hace algún tiempo llegó a nuestra redacción Metano de Walter Iannelli editado por Paradiso. Iannelli nació en Buenos Aires en 1962 y publicó libros como Alguien está esperando (cuentos) Zumatra y la mecánica de tu corpiño (poesía) y Sanpaku (novela). En el 2001 fue merecedor del Premio Fondo Nacional de las Artes de novela, así como también lo fue en los años 1995, 2000, 2003 y 2004 pero durante estos dos últimos años el premio no apuntó a su novela sino a varios de los cuentos del libro que tuve el placer de leer.
Una de las particularidades que encontré más interesante del libro y que se proyecta a través de algunos de sus cuentos, no es sólo cómo evita toda una tipología de errores que cometen los escritores novatos y pretenciosos sino como con una leve cuota de sarcasmo se ríe de ellos. Pareciera que estos errores que para cualquier otro escritor podrían ser enormes trampas de arena de las cuales cuanto más se lucha para salir más uno se hunde, para Walter Iannelli, primero no revisten dificultad y luego no esconden secreto alguno.
Al esquivar un error que sería moneda común en otro escritor Iannelli plasma una virtud. Uno de los que más me atrajo al leer el libro fue la naturalidad lograda en el registro de los diálogos y monólogos interiores de los personajes. Desde escritores venidos a menos hasta amigos indeseables de clase media alta pasando por fotógrafos fracasados y gente que explota por los fenómenos de la combustión.
Un párrafo aparte para el cuento que le da nombre al libro. Metano tiene reminiscencias cortazarianas de una historia de literatura fantástica, donde si no fuera por el hecho de que las reglas físicas que rigen su desarrollo son inconcebibles en nuestro mundo cotidiano, la naturalidad con la cual es narrada la historia nos haría creer que un suceso semejante es posible.
Metano se ganó esta reseña al mostrar una virtud que rara vez encuentro en los libros de ficción, una virtud que trabaja en distintos niveles. Iannelli logra un libro que resulta tan interesante para quienes leen habitualmente por la frescura de su trama, su logrado registro y certeza en su vocabulario como también un excelente libro para recomendar a esos amigos que sienten la literatura como ajena, con seguridad ellos disfrutarán la intensidad en que narra historias interesantes, esquiva lugares comunes y remata con creatividad.
http://egodot.blogspot.com/2009/04/metano-walter-iannelli.html
Hace algún tiempo llegó a nuestra redacción Metano de Walter Iannelli editado por Paradiso. Iannelli nació en Buenos Aires en 1962 y publicó libros como Alguien está esperando (cuentos) Zumatra y la mecánica de tu corpiño (poesía) y Sanpaku (novela). En el 2001 fue merecedor del Premio Fondo Nacional de las Artes de novela, así como también lo fue en los años 1995, 2000, 2003 y 2004 pero durante estos dos últimos años el premio no apuntó a su novela sino a varios de los cuentos del libro que tuve el placer de leer.
Una de las particularidades que encontré más interesante del libro y que se proyecta a través de algunos de sus cuentos, no es sólo cómo evita toda una tipología de errores que cometen los escritores novatos y pretenciosos sino como con una leve cuota de sarcasmo se ríe de ellos. Pareciera que estos errores que para cualquier otro escritor podrían ser enormes trampas de arena de las cuales cuanto más se lucha para salir más uno se hunde, para Walter Iannelli, primero no revisten dificultad y luego no esconden secreto alguno.
Al esquivar un error que sería moneda común en otro escritor Iannelli plasma una virtud. Uno de los que más me atrajo al leer el libro fue la naturalidad lograda en el registro de los diálogos y monólogos interiores de los personajes. Desde escritores venidos a menos hasta amigos indeseables de clase media alta pasando por fotógrafos fracasados y gente que explota por los fenómenos de la combustión.
Un párrafo aparte para el cuento que le da nombre al libro. Metano tiene reminiscencias cortazarianas de una historia de literatura fantástica, donde si no fuera por el hecho de que las reglas físicas que rigen su desarrollo son inconcebibles en nuestro mundo cotidiano, la naturalidad con la cual es narrada la historia nos haría creer que un suceso semejante es posible.
Metano se ganó esta reseña al mostrar una virtud que rara vez encuentro en los libros de ficción, una virtud que trabaja en distintos niveles. Iannelli logra un libro que resulta tan interesante para quienes leen habitualmente por la frescura de su trama, su logrado registro y certeza en su vocabulario como también un excelente libro para recomendar a esos amigos que sienten la literatura como ajena, con seguridad ellos disfrutarán la intensidad en que narra historias interesantes, esquiva lugares comunes y remata con creatividad.
Las manos de Urias Heep / Metano por Ricardo Curci
También se puede leer en http://www.lasmanosdeuriasheep.blogspot.com/
Segundo libro de cuentos del autor, que mantiene la calidad demostrada por el primero (Alguien está esperando). Su modo de contar se ha afianzado en un estilo muy particular, difícil de definir o comparar con otros autores. El suyo es un estilo que roza lo coloquial, el lenguaje ameno y directo nos relata situaciones cotidianas en general, huecas en apariencia por su repetición diaria. Y sin embargo, algo se va acumulando en el lector atento, no una información de datos o pistas como en una novela policial, sino una sensación de que allí va a pasar algo. Creo que es ese lenguaje directo pero no frívolo el que lo logra: una leve pátina de melancolía, de miedo y de tristeza tiñendo las paredes del camino por los que nos conducen estos cuentos. En Los que vuelven a la casa de Javier, La vida a partir de Teresita, Un tal Roberto Drode, El aleteo de una mariposa en Pekín y Nada no se vuelve a cubrir, Iannelli es un maestro en describir al hombre común medio de ciudad, sus frustraciones sexuales, emocionales y metafísicas. En estos cuentos no hay humor (lo cotidiano y lo común ya lo implican cuando el lector los lee y rememora su propia vida), porque aquí se habla de frustraciones y tiempo y cosas perdidas, personas, hechos y talento ya irrecuperables. Lo que dejan estos relatos es una sensación de identificación. No golpean, lastiman un poco, pero esa herida se va infectando y vemos lo que no veíamos antes en nosotros mismos. Hay otros relatos más teñidos de ironía y humor, por ejemplo Apuntes acerca de la obra de Carlos Nonato Zuñiga, Carpintero, El rincón de la ánimas, y en ellos es sólo un instrumento para contar con otro recurso situaciones sólo un poco más inverosímiles. De ellos rescato especialmente Carpintero, un impecable tratado sobre los lazos entre la impotencia masculina y la religión del mundo occidental. Una curiosidad narrativa de cómo de lo personal se puede volar hasta lo universal, y luego bajar de regreso a lo personal, ya redimido, consolado pero no por ello menos frustrado. Los cuentos Metano y Nada entran en el ámbito de lo fantástico. Ambos, y en especial Metano, son relatos perfectos que no tienen que envidiar a los cuentos de Ballard. Y La caza de la becacina es un cuento con una poética que recuerda a los cuentos de Chejov.
Un tal Roberto Drode me parece un excelente relato, tanto por lo bien narrado como por las ideas que trabaja. El tratamiento en primera persona acierta en los dos o tres colores que caracterizan al personaje narrador: una mezcla de costumbrismo urbano, humor y resignación del fracaso. El personaje pasa por diversas etapas en donde la obsesión por Drode es el guía conductor. El tema de la propiedad de las ideas está tratado con preocupación no de posseedor asaltado, sino de pensador. No es la posesión de las ideas lo que preocupa al narrador. El cuento está sugiriendo algo más: quizá el tema del alter ego, quizá el tema del otro y el doble, precisamente otro item literario tan común que ya a nadie pertenece en propiedad. La literatura como tema dentro de la literatura, con el fondo de una comedia negra. ¿Son mis ideas las que ganan concursos, y yo, persona concreta, el que pierde? ¿Soy yo el que no tiene la suficiente capacidad para escribir? Dudamos siempre del resultado de nuestros textos. Tal vez, cuando pensemos decididamente que ya no importan tanto los concursos, que quienes somos está en los que escribimos, podremos deshacernos del Roberto Drode fantasmal que siempre está encima nuestro, acicateándonos y robándonos al mismo tiempo, y volvamos a escribir como lo hace el personaje protagonista del cuento de Walter Iannelli.
Segundo libro de cuentos del autor, que mantiene la calidad demostrada por el primero (Alguien está esperando). Su modo de contar se ha afianzado en un estilo muy particular, difícil de definir o comparar con otros autores. El suyo es un estilo que roza lo coloquial, el lenguaje ameno y directo nos relata situaciones cotidianas en general, huecas en apariencia por su repetición diaria. Y sin embargo, algo se va acumulando en el lector atento, no una información de datos o pistas como en una novela policial, sino una sensación de que allí va a pasar algo. Creo que es ese lenguaje directo pero no frívolo el que lo logra: una leve pátina de melancolía, de miedo y de tristeza tiñendo las paredes del camino por los que nos conducen estos cuentos. En Los que vuelven a la casa de Javier, La vida a partir de Teresita, Un tal Roberto Drode, El aleteo de una mariposa en Pekín y Nada no se vuelve a cubrir, Iannelli es un maestro en describir al hombre común medio de ciudad, sus frustraciones sexuales, emocionales y metafísicas. En estos cuentos no hay humor (lo cotidiano y lo común ya lo implican cuando el lector los lee y rememora su propia vida), porque aquí se habla de frustraciones y tiempo y cosas perdidas, personas, hechos y talento ya irrecuperables. Lo que dejan estos relatos es una sensación de identificación. No golpean, lastiman un poco, pero esa herida se va infectando y vemos lo que no veíamos antes en nosotros mismos. Hay otros relatos más teñidos de ironía y humor, por ejemplo Apuntes acerca de la obra de Carlos Nonato Zuñiga, Carpintero, El rincón de la ánimas, y en ellos es sólo un instrumento para contar con otro recurso situaciones sólo un poco más inverosímiles. De ellos rescato especialmente Carpintero, un impecable tratado sobre los lazos entre la impotencia masculina y la religión del mundo occidental. Una curiosidad narrativa de cómo de lo personal se puede volar hasta lo universal, y luego bajar de regreso a lo personal, ya redimido, consolado pero no por ello menos frustrado. Los cuentos Metano y Nada entran en el ámbito de lo fantástico. Ambos, y en especial Metano, son relatos perfectos que no tienen que envidiar a los cuentos de Ballard. Y La caza de la becacina es un cuento con una poética que recuerda a los cuentos de Chejov.
Un tal Roberto Drode me parece un excelente relato, tanto por lo bien narrado como por las ideas que trabaja. El tratamiento en primera persona acierta en los dos o tres colores que caracterizan al personaje narrador: una mezcla de costumbrismo urbano, humor y resignación del fracaso. El personaje pasa por diversas etapas en donde la obsesión por Drode es el guía conductor. El tema de la propiedad de las ideas está tratado con preocupación no de posseedor asaltado, sino de pensador. No es la posesión de las ideas lo que preocupa al narrador. El cuento está sugiriendo algo más: quizá el tema del alter ego, quizá el tema del otro y el doble, precisamente otro item literario tan común que ya a nadie pertenece en propiedad. La literatura como tema dentro de la literatura, con el fondo de una comedia negra. ¿Son mis ideas las que ganan concursos, y yo, persona concreta, el que pierde? ¿Soy yo el que no tiene la suficiente capacidad para escribir? Dudamos siempre del resultado de nuestros textos. Tal vez, cuando pensemos decididamente que ya no importan tanto los concursos, que quienes somos está en los que escribimos, podremos deshacernos del Roberto Drode fantasmal que siempre está encima nuestro, acicateándonos y robándonos al mismo tiempo, y volvamos a escribir como lo hace el personaje protagonista del cuento de Walter Iannelli.
revista Nómada, de la Universidad Nacional de San Martín / "Oscuridades Humanas" por Germán Ferrari
También se puede leer aquí
Revista Nómada nº 77
Reseñas
Walter Iannelli: oscuridades humanas
En los diecisiete cuentos reunidos en Metano (Paradiso), Walter Iannelli transita territorios afines a lo cotidiano y, a la vez, se interna en esos pliegues imperceptibles de las relaciones humanas, que esconden asuntos existenciales, casi del orden de lo filosófico. Con una prosa llana, precisa y contundente, el autor indaga en los vínculos familiares mediante registros e historias diversas, en donde padres, hijos, parejas –ocasionales o estables–, tíos y primos irrumpen para conformar mundos reconocibles para el lector. Con sus particularidades, allí están “Los que vuelven a la casa de Javier”, “Constucción de una muerte”, “La casa de la Becacina”, “Memoria” e “Islas”, entre otros cuentos, para mostrar los recorridos complejos por las miserias personales. En “Metano”, relato que le da nombre al libro, el autor profundiza esta mirada enlazando el absurdo con lo fantástico. Con “Un tal Roberto Drode”, “Carpintero” y “Apuntes acerca de la obra de Carlos Nonato Zúñiga”, demuestra cómo un despliegue eficaz de recursos –la presencia del humor es primordial– invita a una lectura sin interrupciones.
G. F.
Revista Nómada nº 77
Reseñas
Walter Iannelli: oscuridades humanas
En los diecisiete cuentos reunidos en Metano (Paradiso), Walter Iannelli transita territorios afines a lo cotidiano y, a la vez, se interna en esos pliegues imperceptibles de las relaciones humanas, que esconden asuntos existenciales, casi del orden de lo filosófico. Con una prosa llana, precisa y contundente, el autor indaga en los vínculos familiares mediante registros e historias diversas, en donde padres, hijos, parejas –ocasionales o estables–, tíos y primos irrumpen para conformar mundos reconocibles para el lector. Con sus particularidades, allí están “Los que vuelven a la casa de Javier”, “Constucción de una muerte”, “La casa de la Becacina”, “Memoria” e “Islas”, entre otros cuentos, para mostrar los recorridos complejos por las miserias personales. En “Metano”, relato que le da nombre al libro, el autor profundiza esta mirada enlazando el absurdo con lo fantástico. Con “Un tal Roberto Drode”, “Carpintero” y “Apuntes acerca de la obra de Carlos Nonato Zúñiga”, demuestra cómo un despliegue eficaz de recursos –la presencia del humor es primordial– invita a una lectura sin interrupciones.
G. F.
revista Lilith / Metano por Rubén Sacchi
Se puede leer también en Desmenuzarte Blog
http://desmenuzartemejor.blogspot.com/2009/02/metano.html
Si algo tiene de bueno la concentración de medios de difusión es lo que se podría llamar, para utilizar un término en boga, un “efecto colateral”: en su periferia se genera resistencia contrahegemónica. Y si algo tiene de útil la fagocitación de los grandes grupos editores entre sí y el estricto mercadeo de un catálogo consagrado, es la proliferación de pequeñas editoriales que, bien por el contrario de aquellas, apuestan a nuevos valores y se abren a todo el espectro creativo. Uno de esos casos es Metano, del escritor Walter Iannelli, que acaba de aparecer bajo el sello Paradiso.La ciudad se ve convulsionada por un espectáculo cuasi circense: en medio de un estadio y rodeado de un público expectante, un hombre se apresta a estallar. Su cuerpo acumuló gas metano al punto tal de convertirlo en un explosivo viviente. Ese no es un hecho aislado, la ciudad es a diario sacudida por estampidos humanos. El gas le da nombre al relato, a la vez que éste al libro, que se compone de otros dieciséis cuentos de singular factura y trama inteligente.El autor, premiado por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires y en diversas oportunidades por el Fondo Nacional de las Artes, acaba de recibir de ésta la Beca Nacional de Creación 2008. Es de esperar que su buena utilización produzca obras semejantes a la que nos ocupa que, junto a Alguien está esperando (cuentos), Sanpaku (novela) y Zumatra y la mecánica de tu corpiño (poesía) conforman su no abundante pero rica producción.
http://desmenuzartemejor.blogspot.com/2009/02/metano.html
Si algo tiene de bueno la concentración de medios de difusión es lo que se podría llamar, para utilizar un término en boga, un “efecto colateral”: en su periferia se genera resistencia contrahegemónica. Y si algo tiene de útil la fagocitación de los grandes grupos editores entre sí y el estricto mercadeo de un catálogo consagrado, es la proliferación de pequeñas editoriales que, bien por el contrario de aquellas, apuestan a nuevos valores y se abren a todo el espectro creativo. Uno de esos casos es Metano, del escritor Walter Iannelli, que acaba de aparecer bajo el sello Paradiso.La ciudad se ve convulsionada por un espectáculo cuasi circense: en medio de un estadio y rodeado de un público expectante, un hombre se apresta a estallar. Su cuerpo acumuló gas metano al punto tal de convertirlo en un explosivo viviente. Ese no es un hecho aislado, la ciudad es a diario sacudida por estampidos humanos. El gas le da nombre al relato, a la vez que éste al libro, que se compone de otros dieciséis cuentos de singular factura y trama inteligente.El autor, premiado por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires y en diversas oportunidades por el Fondo Nacional de las Artes, acaba de recibir de ésta la Beca Nacional de Creación 2008. Es de esperar que su buena utilización produzca obras semejantes a la que nos ocupa que, junto a Alguien está esperando (cuentos), Sanpaku (novela) y Zumatra y la mecánica de tu corpiño (poesía) conforman su no abundante pero rica producción.
Diario El Día (Revista del domingo). Enero 2008
www.eldia.com.ar/edis/20090118/revistadomingo72.htm
"Metano", Walter Iannelli, editorial Paradiso, 2008. Los cuentos que componen "Metano" podrían definirse como "escenas de la vida de un hombre de cuarenta". El escritor Walter Iannelli relata pequeñas anécdotas -o historias- nunca exentas del punto de vista del protagonista, casi siempre un hombre joven, muchas veces desencantado, o con un sentimiento de fracaso y hasta de resignación. La vida cotidiana en la actualidad es el escenario de sucesos a menudo en apariencia mínimos, pero que llevan aun relato intimista y revelador del pensar y sentir del autor. Con un lenguaje coloquial -porteño-, en varios cuentos pareciera que quien los narra hablara a través de un alter ego. "Metano" es, curiosamente, el título del único cuento de ficción, y además relatado por la voz de un niño, con una inocencia aún no contaminada. Ganador de varios premios, Iannelli compila sus cuentos distinguidos por el Fondo Nacional de las Artes para ofrecernos estas historias de desilusiones, contadas con acidez y un realismo nada edulcorado.
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"Metano", Walter Iannelli, editorial Paradiso, 2008. Los cuentos que componen "Metano" podrían definirse como "escenas de la vida de un hombre de cuarenta". El escritor Walter Iannelli relata pequeñas anécdotas -o historias- nunca exentas del punto de vista del protagonista, casi siempre un hombre joven, muchas veces desencantado, o con un sentimiento de fracaso y hasta de resignación. La vida cotidiana en la actualidad es el escenario de sucesos a menudo en apariencia mínimos, pero que llevan aun relato intimista y revelador del pensar y sentir del autor. Con un lenguaje coloquial -porteño-, en varios cuentos pareciera que quien los narra hablara a través de un alter ego. "Metano" es, curiosamente, el título del único cuento de ficción, y además relatado por la voz de un niño, con una inocencia aún no contaminada. Ganador de varios premios, Iannelli compila sus cuentos distinguidos por el Fondo Nacional de las Artes para ofrecernos estas historias de desilusiones, contadas con acidez y un realismo nada edulcorado.
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revista La Quetrófila / Metano, por Valeria Tentoni
http://quetro-giornale.blogspot.com/2008/11/metano-walter-ianelli.html
Walter Iannelli, de 1962, narrador y poeta, nos trae en este, su último libro, diecisiete cuentos cortos. En clave realista, el autor pasea por diferentes ámbitos a sus personajes. Un fin de semana familiar en casa de un amigo, en donde se pone en jaque la noción misma de familia; una concatenación de estallidos a los ojos de un niño; una adolescente –Teresita- que perdura en la mujer de un amigo y no en la matrona con la que duerme Lucho; una pintora que mira el parque como una forma de “guardarlo a perpetuidad, sin dañarlo” en vez de dibujarlo; un cuento policial con dos muertos desde la óptica de un policía que “si pudiera, correría”; un tal Drode, escritor, como fantasma para la construcción de una imagen de literato fracasado; niños jugando a la trampa en la noche; un colectivo para dos; un fotógrafo amateur que deviene en testigo; lo occidental y lo oriental debatiéndose en el consultorio de un chino; la memoria muerta de un Tata; de nuevo un escritor, esta vez un crítico (casi la viceversa de aquel del cuento anterior, la revancha); un gol en el rincón de las ánimas; un círculo de sensualidades truncadas; un periplo feliz sólo para un niño.
Como eje de narración: el vínculo. Uno que va pasándose de historia a historia en formaciones dobles o familiares, desde la óptica ya del vencedor o del vencido, que siempre se abraza a ese elemento como a un péndulo; el de las relaciones entre sujetos.
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Walter Iannelli, de 1962, narrador y poeta, nos trae en este, su último libro, diecisiete cuentos cortos. En clave realista, el autor pasea por diferentes ámbitos a sus personajes. Un fin de semana familiar en casa de un amigo, en donde se pone en jaque la noción misma de familia; una concatenación de estallidos a los ojos de un niño; una adolescente –Teresita- que perdura en la mujer de un amigo y no en la matrona con la que duerme Lucho; una pintora que mira el parque como una forma de “guardarlo a perpetuidad, sin dañarlo” en vez de dibujarlo; un cuento policial con dos muertos desde la óptica de un policía que “si pudiera, correría”; un tal Drode, escritor, como fantasma para la construcción de una imagen de literato fracasado; niños jugando a la trampa en la noche; un colectivo para dos; un fotógrafo amateur que deviene en testigo; lo occidental y lo oriental debatiéndose en el consultorio de un chino; la memoria muerta de un Tata; de nuevo un escritor, esta vez un crítico (casi la viceversa de aquel del cuento anterior, la revancha); un gol en el rincón de las ánimas; un círculo de sensualidades truncadas; un periplo feliz sólo para un niño.
Como eje de narración: el vínculo. Uno que va pasándose de historia a historia en formaciones dobles o familiares, desde la óptica ya del vencedor o del vencido, que siempre se abraza a ese elemento como a un péndulo; el de las relaciones entre sujetos.
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diario Perfil, noviembre 2008
Se puede leer también en Paradiso
http://www.paradisoediciones.com.ar/reseñas/metano.htm
En los cuentos reunidos en Metano, su autor, Walter Iannelli, narra, historias variadas, de sólido entramado, donde sobresale un conflicto central: los personajes protagonistas se ven asediados por algún elemento extraño, ajeno a su mundo cotidiano, que amenaza con toda su carga desestabilizadora. (Paradiso).
http://www.paradisoediciones.com.ar/reseñas/metano.htm
En los cuentos reunidos en Metano, su autor, Walter Iannelli, narra, historias variadas, de sólido entramado, donde sobresale un conflicto central: los personajes protagonistas se ven asediados por algún elemento extraño, ajeno a su mundo cotidiano, que amenaza con toda su carga desestabilizadora. (Paradiso).
revista LLegás, Febrero 2009
http://www.revistallegas.com.ar/febrero09/letras.html
Diecisiete cuentos en los que el narrador y poeta, nacido en 1962, pone como eje principal el vínculo, a veces familiar, otras de pareja, con amigos o con los objetos. Un fin de semana familiar en casa de un amigo donde el concepto de familia es cuestionado una y otra vez; una pintora que en vez de pintar el paisaje que tiene en frente prefiere mirarlo para conservarlo por siempre; escritores que conjuran el fantasma del fracaso y otros que luego se toman revancha; la sensualidad como una manera de la imposibilidad. Personajes que ganan y pierden, todo el tiempo.
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Diecisiete cuentos en los que el narrador y poeta, nacido en 1962, pone como eje principal el vínculo, a veces familiar, otras de pareja, con amigos o con los objetos. Un fin de semana familiar en casa de un amigo donde el concepto de familia es cuestionado una y otra vez; una pintora que en vez de pintar el paisaje que tiene en frente prefiere mirarlo para conservarlo por siempre; escritores que conjuran el fantasma del fracaso y otros que luego se toman revancha; la sensualidad como una manera de la imposibilidad. Personajes que ganan y pierden, todo el tiempo.
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Metano, por Vicente Battista
Un cuento empieza cuando las cosas están pasando. Eso ocurre con los cuentos de Iannelli, quien puede contar algo insólito con absoluta naturalidad. Es también lo que vemos en los grandes cuentistas cuando logran hacer verosímil todo aquello que puede no parecerlo. Eso sucede en este libro, en el que encontramos historias de corte netamente realista y también historias en las que dentro de un universo cotidiano, real, están pasando o empiezan a pasar cosas fantásticas. ¿Qué tienen además los cuentos de Metano? Por ejemplo, un relato resuelto en veinte páginas en las que no sobra ni falta nada, y otros de tres páginas en donde tampoco sobra ni falta nada. Allí tenemos al cuentista, quien ha tenido la pericia de contar una historia en el tiempo en que es necesario contarla.
Iannelli sabe cómo crear un gran cuento, conoce sus íntimos secretos, tiene la paciencia y la habilidad de un artesano para tejer esa red hecha de palabras, de música y de tensión que fatalmente atrapará al lector. Y el lector feliz, celebrará haber sido atrapado. Rara avis para estos tiempos en que se habla de la no-narrativa, Walter Iannelli a pura narrativa consigue con Metano un libro excepcional.
Iannelli sabe cómo crear un gran cuento, conoce sus íntimos secretos, tiene la paciencia y la habilidad de un artesano para tejer esa red hecha de palabras, de música y de tensión que fatalmente atrapará al lector. Y el lector feliz, celebrará haber sido atrapado. Rara avis para estos tiempos en que se habla de la no-narrativa, Walter Iannelli a pura narrativa consigue con Metano un libro excepcional.
Metano, por Alberto Ramponelli
“Aunque la novela es, por estos tiempos, el género más exitoso, la capacidad de un auténtico narrador se mide cuando incursiona en el exigente y riguroso territorio del cuento, dado que el cuento requiere concentración y vigor. El autor de "Metano" asume el desafío, y sale airoso, con creces, como lo prueba este conjunto de relatos. Historias de sólido entramado, donde sobresale un conflicto central: los personajes protagonistas se ven asediados por algún elemento extraño, ajeno a su mundo cotidiano, que amenaza con toda su carga desestabilizadora. Iannelli lo trabaja a su modo, manteniéndolo por lo general en un plano existencial, aunque permitiendo que ese plano se enturbie a medida que el asedio de lo otro se intensifica, asumiendo en cada relato diferentes manifestaciones. Se percibe en este libro un notable equilibrio en la ejecución, muy bien dosificados los ingredientes tanto formales como anecdóticos que conforman cada texto.
Una mano inteligente y muy diestra que pone de manifiesto la madurez creativa de su autor, donde el humor y la intensidad emocional se integran sabiamente al sólido entramado para ofrecer un puñado de historias que seguirán reverberando largamente en la memoria del lector."
Una mano inteligente y muy diestra que pone de manifiesto la madurez creativa de su autor, donde el humor y la intensidad emocional se integran sabiamente al sólido entramado para ofrecer un puñado de historias que seguirán reverberando largamente en la memoria del lector."
Suplemento Literario Os Ama / "La búsqueda de la Becacina", por Jaime Rodríguez
Walter Iannelli es uno de esos escritores que le incorporan al cuento las palabras justas y necesarias. Al recorrer la geografía de Metano nos encontramos con esa certeza de que la búsqueda incesante no es inútil. Esa búsqueda inserta en nuestros sueños y pensada en nuestra realidades, merece ser vivida aun desde la inocencia o la perversidad del juego, aunque sea el horizonte que está ahí, inalcanzable. La utopía se viste de becacina. Mejor dicho es Freddy, uno de los personajes que propone “La caza de la becacina” quien lo asume: “Sí, papá. ¿Qué pasaría si alguien la caza? ¿cuánto tiempo lo intentamos nosotros, eh papá? —se pregunta—. Por eso Bruno está ahí, mamá. Porque todavía él no sabe. Él puede traer esa becacina.” Y eso no es imposible en estas páginas dinámicas que propone Iannelli, porque además contagia su propia búsqueda.
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"Los que vuelven a la casa de Javier", por María Rosa Lojo
(del prólogo de la Antología de Narradores de Morón, acerca del cuento Los que vuelven a la casa de Javier)
En “Los que vuelven a la casa de Javier”, de Walter Iannelli, un combate sordo y conmovedor se plantea entre la voz narradora y el envidiado Javier, ex compañero de Facultad que ha hecho fortuna. Javier, sin embargo, guarda “un esqueleto en el ropero”. Un hijo, discapacitado mental, prácticamente preso en una habitación oscura, y que contamina secretamente la mansión ostentosa: “Toda la casa me parece un tumor, un enorme grano purulento, construido y agrandado en la búsqueda del camuflaje, la dilución del otro grano que pica en el fondo del pasillo.” Ese niño grande y sufriente, que nunca crecerá, le da al narrador la medida de su propio lugar, lo compensa de sus sentimientos de pequeñez y de infortunio. Pero hay algo cruel o perverso --entiende finalmente--, en pensar el equilibrio secreto del mundo a partir de “la forma en que ese niño se condenaba a vivir entre las sombras, como un guerrero, la vida de la cara de los que son felices”. Desde estas reflexiones el narrador podrá tomar la decisión que clausura su duelo con Javier.
En “Los que vuelven a la casa de Javier”, de Walter Iannelli, un combate sordo y conmovedor se plantea entre la voz narradora y el envidiado Javier, ex compañero de Facultad que ha hecho fortuna. Javier, sin embargo, guarda “un esqueleto en el ropero”. Un hijo, discapacitado mental, prácticamente preso en una habitación oscura, y que contamina secretamente la mansión ostentosa: “Toda la casa me parece un tumor, un enorme grano purulento, construido y agrandado en la búsqueda del camuflaje, la dilución del otro grano que pica en el fondo del pasillo.” Ese niño grande y sufriente, que nunca crecerá, le da al narrador la medida de su propio lugar, lo compensa de sus sentimientos de pequeñez y de infortunio. Pero hay algo cruel o perverso --entiende finalmente--, en pensar el equilibrio secreto del mundo a partir de “la forma en que ese niño se condenaba a vivir entre las sombras, como un guerrero, la vida de la cara de los que son felices”. Desde estas reflexiones el narrador podrá tomar la decisión que clausura su duelo con Javier.
Primeras repercusiones y comentarios informales de Metano
(si quiere hacer un comentario del libro escriba a wiannelli@lacultura.com.ar)
Me encantó el registro coloquial; esa forma en que la anécdota de raíz oral penetra en la literatura y le da carácter de conversación al paso. Al menos ese efecto siempre me ha parecido importante. El primer cuento tiene la magia de Le Guin; creo que ¨Los que van a Omelas¨ tiene el mismo eje temático, pero vos le diste el vuelo criollo necesario. Intertextos secretos que funcionan como claves de lectura: otro de mis recursos favoritos, aunque sé que esta forma no es del todo considerada en las comunidades de lectura. De todos modos, no es un tema que deba importarnos.
Me identifiqué con ¨Un tal Roberto Drode¨y ¨Apuntes sobre la obra de Carlos Nonato Zuñiga¨. ¿Quién en Literatura no tiene su Drode (Roderer) particular? Pero está bien así, pareciera ser que el mecanismo de la escritura (al igual que el de la realidad) posee esa clave de secreta humillación y búsqueda desesperada.
¨El aleteo de una mariposa en Pekín¨ es casi una instancia de mi propia vida. Cada vez que paso por ciertas calles y miro determinadas casas, siento que una vez esos frentes y esos revoques fueron mirados por ese alguien que se desvaneció de nuestra vida, pero que el trayecto de la mirada es casi una epifanía de quien se fue. Desplazando un poco el tema, y quizá completándolo, Benjamin decía que en la ciudad no existe al amor a primer vista, sino a última vista, porque muchas veces aparece la persona pero enseguida se desvanece en el torrente de los cuerpos que transitan y ya nunca más retorna.
¨Carpintero¨ es una suma de aciertos. Cuando lo leí, lo primero que pensé como oficio fue ¨carpintero¨. Ahí me di cuenta de lo jodido que estoy.
En fin. He leído tu libro y me alegra haberlo recorrido en el traqueteo de los vagones del Oeste. ¿Puede haber una suerte más hermosa para un texto?
Cristian Mitelman
Terminé Metano y me gusta realmente mucho. Un excelente libro con relatos fuertes y originales.
María Rosa Lojo
El cuento de los viejos que estallan (Metano) es una de las cosas más espeluznantes y asombrosas que he leído en los últimos tiempos. El tratamiento de convertir un hecho extraordinario en un suceso casi convencional, de difícil sustento, y llegar airoso al final (no sólo airoso, enriquecido) revela un manejo del oficio reservado a unos pocos. Te felicito, lo disfruté enormemente, con tu permiso, lo incorporaré a mis clases, es un buen ejemplo de cómo manejar el crecimiento de un relato con oficio y sin decaer. Manejás una especie de horror cotidiano que parece una característica de tu estilo y que se me hace presente como una suerte de constante en tu obra; esto ya estaba presente en la muy singular Sanpaku, mas allá de las diferencias de lenguaje, por cuanto Sanpaku es una novela, y se puede permitir formas de narrativas más extensas, mas lanzadas; el cuento en ese sentido es implacable, lo que sobra daña, y a tus cuentos no les sobra ni falta nada; tienen condensación y delicado manejo del horror incorporado a lo cotidiano. Bueno, nada, creo que estás llamado a ocupar un lugar importante en nuestras letras, flaco.
Luis Saez
Los cuentos de Metano me gustaron por varios motivos, sobre todo por la libertad para elegir argumentos y para presentarlos. Siento (y permitime la figura) que a algunos personajes vas desgranándolos de manera tal que van rearmándose en otros, como piezas de un rompecabezas que sirven para formar dos imágenes distintas. Ahora pienso en Teresita; y constato que todos tenemos una.
Rogelio Ramos Signes
Me gustó mucho Metano, Walter. Esta colección la sentí heterogénea, pareja y económica a la vez, con el humor fino y algo irónico y la amable mirada sobre los personajes que, me parece a esta altura, son una marca registrada de la casa. Mis favoritos: "Construcción de una muerte" (sutil y crudo a la vez), "La casa de la Becacina" y "El Rincón de las Animas".
Hugo Fontana
Metano me pareció de lo mejor que he tenido la suerte de leer. Cada cuento mejor que el otro. Deseás terminar uno para ver que nos dás en el próximo y eso hace que uno vuelva a leerlo todo de nuevo. Entonces sabiendo ya el contenido te podés detener más en el "cómo". Me gustó realmente muchísimo y no es por halagarte el oído, sino por la satisfacción envidiosa de contar con alguien que escribe como a mí me gustaría escribir.
Juan Núñez
"... terminé de leer "Metano" hace un par de días. Me gustó mucho. Trabajás con una prosa despojada, con un narrador muy por detrás de la escena (me hizo recordar mucho a la narrativa de Cheever, Carver). A pesar de que no te lo habrás propuesto deliberadamente, hay una unidad temática, no por lo que se cuenta sino por cómo se cuenta. Leí una reseña muy favorable a tu libro y me alegré, porque es justo es elogio."
Gabriel Bellomo
Ya terminé de leer Metano y quería decirte que me encantó. Ahora entiendo porqué venías ganando siempre en el Fondo, ya era hora que lo publicaras así les das un poco de chances a los otros, ¿no te parece?
Marcelo Damiani
En este formato es en el que encontrás tu mejor medio de expresión.
Daniel Zaballa
Hola Walter: hasta ahora he leído tres cuentos de METANO... ¡muy buenos! No suelo leer cuentos ni novelas. Me gustan mucho los ensayos. Sin embargo, estos cuentos me gustaron. Inclusive le recomendé a uno de mis hijos su lectura porque "...vas a aprender mucho..." (le dije), ya que le gusta escribir.
Beatriz Dubischar
Walter: este fin de semana leí Metano. Me pareció excelente. El lenguaje y las historias son una unidad formada para retorcer el alma del lector. Siempre está latente esa mezcla de coloquialidad, humor y tristeza que caracterizan tu estilo. En mi blog hay un comentario, y te remito a él.
http://lasmanosdeuriasheep.blogspot.com/Me di cuenta de la similitud entre Cajas chinas y el poema Los consorcios de Zumatra, ¡¿es una obsesión esa de tirar macetas por el balcón?!
Ricardo Curci
Leímos algunos cuentos que nos parecieron buenísimos!!! Vamos a hacer circular el libro, la gente lo tiene que conocer.
Naty Perz y Juanca
Me encantó el registro coloquial; esa forma en que la anécdota de raíz oral penetra en la literatura y le da carácter de conversación al paso. Al menos ese efecto siempre me ha parecido importante. El primer cuento tiene la magia de Le Guin; creo que ¨Los que van a Omelas¨ tiene el mismo eje temático, pero vos le diste el vuelo criollo necesario. Intertextos secretos que funcionan como claves de lectura: otro de mis recursos favoritos, aunque sé que esta forma no es del todo considerada en las comunidades de lectura. De todos modos, no es un tema que deba importarnos.
Me identifiqué con ¨Un tal Roberto Drode¨y ¨Apuntes sobre la obra de Carlos Nonato Zuñiga¨. ¿Quién en Literatura no tiene su Drode (Roderer) particular? Pero está bien así, pareciera ser que el mecanismo de la escritura (al igual que el de la realidad) posee esa clave de secreta humillación y búsqueda desesperada.
¨El aleteo de una mariposa en Pekín¨ es casi una instancia de mi propia vida. Cada vez que paso por ciertas calles y miro determinadas casas, siento que una vez esos frentes y esos revoques fueron mirados por ese alguien que se desvaneció de nuestra vida, pero que el trayecto de la mirada es casi una epifanía de quien se fue. Desplazando un poco el tema, y quizá completándolo, Benjamin decía que en la ciudad no existe al amor a primer vista, sino a última vista, porque muchas veces aparece la persona pero enseguida se desvanece en el torrente de los cuerpos que transitan y ya nunca más retorna.
¨Carpintero¨ es una suma de aciertos. Cuando lo leí, lo primero que pensé como oficio fue ¨carpintero¨. Ahí me di cuenta de lo jodido que estoy.
En fin. He leído tu libro y me alegra haberlo recorrido en el traqueteo de los vagones del Oeste. ¿Puede haber una suerte más hermosa para un texto?
Cristian Mitelman
Terminé Metano y me gusta realmente mucho. Un excelente libro con relatos fuertes y originales.
María Rosa Lojo
El cuento de los viejos que estallan (Metano) es una de las cosas más espeluznantes y asombrosas que he leído en los últimos tiempos. El tratamiento de convertir un hecho extraordinario en un suceso casi convencional, de difícil sustento, y llegar airoso al final (no sólo airoso, enriquecido) revela un manejo del oficio reservado a unos pocos. Te felicito, lo disfruté enormemente, con tu permiso, lo incorporaré a mis clases, es un buen ejemplo de cómo manejar el crecimiento de un relato con oficio y sin decaer. Manejás una especie de horror cotidiano que parece una característica de tu estilo y que se me hace presente como una suerte de constante en tu obra; esto ya estaba presente en la muy singular Sanpaku, mas allá de las diferencias de lenguaje, por cuanto Sanpaku es una novela, y se puede permitir formas de narrativas más extensas, mas lanzadas; el cuento en ese sentido es implacable, lo que sobra daña, y a tus cuentos no les sobra ni falta nada; tienen condensación y delicado manejo del horror incorporado a lo cotidiano. Bueno, nada, creo que estás llamado a ocupar un lugar importante en nuestras letras, flaco.
Luis Saez
Los cuentos de Metano me gustaron por varios motivos, sobre todo por la libertad para elegir argumentos y para presentarlos. Siento (y permitime la figura) que a algunos personajes vas desgranándolos de manera tal que van rearmándose en otros, como piezas de un rompecabezas que sirven para formar dos imágenes distintas. Ahora pienso en Teresita; y constato que todos tenemos una.
Rogelio Ramos Signes
Me gustó mucho Metano, Walter. Esta colección la sentí heterogénea, pareja y económica a la vez, con el humor fino y algo irónico y la amable mirada sobre los personajes que, me parece a esta altura, son una marca registrada de la casa. Mis favoritos: "Construcción de una muerte" (sutil y crudo a la vez), "La casa de la Becacina" y "El Rincón de las Animas".
Hugo Fontana
Metano me pareció de lo mejor que he tenido la suerte de leer. Cada cuento mejor que el otro. Deseás terminar uno para ver que nos dás en el próximo y eso hace que uno vuelva a leerlo todo de nuevo. Entonces sabiendo ya el contenido te podés detener más en el "cómo". Me gustó realmente muchísimo y no es por halagarte el oído, sino por la satisfacción envidiosa de contar con alguien que escribe como a mí me gustaría escribir.
Juan Núñez
"... terminé de leer "Metano" hace un par de días. Me gustó mucho. Trabajás con una prosa despojada, con un narrador muy por detrás de la escena (me hizo recordar mucho a la narrativa de Cheever, Carver). A pesar de que no te lo habrás propuesto deliberadamente, hay una unidad temática, no por lo que se cuenta sino por cómo se cuenta. Leí una reseña muy favorable a tu libro y me alegré, porque es justo es elogio."
Gabriel Bellomo
Ya terminé de leer Metano y quería decirte que me encantó. Ahora entiendo porqué venías ganando siempre en el Fondo, ya era hora que lo publicaras así les das un poco de chances a los otros, ¿no te parece?
Marcelo Damiani
En este formato es en el que encontrás tu mejor medio de expresión.
Daniel Zaballa
Hola Walter: hasta ahora he leído tres cuentos de METANO... ¡muy buenos! No suelo leer cuentos ni novelas. Me gustan mucho los ensayos. Sin embargo, estos cuentos me gustaron. Inclusive le recomendé a uno de mis hijos su lectura porque "...vas a aprender mucho..." (le dije), ya que le gusta escribir.
Beatriz Dubischar
Walter: este fin de semana leí Metano. Me pareció excelente. El lenguaje y las historias son una unidad formada para retorcer el alma del lector. Siempre está latente esa mezcla de coloquialidad, humor y tristeza que caracterizan tu estilo. En mi blog hay un comentario, y te remito a él.
http://lasmanosdeuriasheep.blogspot.com/Me di cuenta de la similitud entre Cajas chinas y el poema Los consorcios de Zumatra, ¡¿es una obsesión esa de tirar macetas por el balcón?!
Ricardo Curci
Leímos algunos cuentos que nos parecieron buenísimos!!! Vamos a hacer circular el libro, la gente lo tiene que conocer.
Naty Perz y Juanca
Metano en la Universidad de Morón
El profesor Miguel Schutz, titular de la Cátedra de Teoría Literaria de la Universidad de Morón, estuvo trabajando con sus alumnos sobre algunos breves fragmentos de tres cuentos de Metano. A continuación, algunas aportes que me resultaron interesantes –por lo que se dice de esos fragmentos narrativos y de la literatura en sí- desde los puntos de vista estructuralista, postestructuralista y sicoanalítico.
(sobre Un tal Roberto Drode, Nada no se vuelve a cubrir y Apuntes acerca de la obra de Carlos Nonato Zúñiga).
Me pareció interesante en los tres fragmentos ese algo oculto que está presente y que quizá a simple vista no se ve. Hay algo que los tres personajes introducidos por el autor necesitan sacar a la conciencia, hay algo que los aflige, los perturba. Con el primer texto, Un tal Roberto Drode, se nos presenta el juego del que habla Freud, el Fort-da. Hay un elemento (el sobre) que el personaje ha perdido y espera encontrar. También hay un personaje llamado Drode, que como ya nos anticipa el título es “un tal”, del cual no sabemos nada.
Este objeto perdido del juego del Fort-da se hace también evidente en Nada no se vuelve a cubrir y me parece aún más interesante. Hay algo que el personaje busca en el placar, no sabemos qué es, y a medida que el personaje busca el objeto se le viene a la cabeza la imagen de Strasberg insultando al actor por no actuar de una manera creíble.
Hay algo que perturba al personaje de Iannelli, algo que al igual que el primer caso está en el inconsciente. Esa película refleja algo de su propia vida.
En el último texto también se evidencia una angustia. “Encontrar las primeras palabras para… ”, “Libro que no me gusta”, son frases atractivas porque me hacen remitir a las diferencias entre obra y texto, placer y goce.
Melisa Rementería
(sobre Nada no se vuelve a cubrir)
“Como si en el fondo lo que busca pudiera encontrarlo en los bolsillos”. En los relatos tradicionales el goce del lector consistía en transitar las peripecias que iban desde la posesión de un bien, su pérdida y su posterior recuperación. Yo lector “sufría” con el protagonista dicho recorrido, pero tenía en el fondo la secreta convicción de que el bien sería reintegrado al protagonista. “Lo que no poseemos estimula el deseo y constituye una fuente de satisfacción narrativa”, dice Eagleton.
En los relatos tradicionales un objeto inicialmente perdido empuja la reacción hacía adelante. Sin embargo, en este texto, no sólo el protagonista ha perdido algo que no logra encontrar, sino que yo lectora también he perdido la descripción del objeto buscado.
Según Lacan no puedo, en el orden simbólico, poseer un objeto si no es a la luz de una posible ausencia, así como el amante que ha partido se ama más porque ya no está (“nada más amado que lo que perdí”, diría Serrat). El lenguaje suple al objeto, es metafórico, remite a ese interminable proceso de presencias y ausencias.
Marina Rapetti
(sobre Apuntes acerca de la obra de Carlos Nonato Zúñiga)
La observación del “viejito inofensivo”, “el signo”, como diría Seassure, hace en este caso que el personaje observador se defina por la diferencia; por lo que no se es, se llega a la propia identidad de lo que se es.
La mismidad del personaje se encuentra con la otredad a la que mira con curiosidad, como desconociendo a aquel ser y reconociéndose a sí mismo, pero identificándose, no rechazando, como podría pasar. Aquello que le era desconocido y distinto pero inofensivo fue invitado a ser parte, por un momento de la identidad del personaje principal.
“Se dejó caer”, “Como si tuviera sueño”, marcas de cansancio o aburrimiento, apatía o desinterés que se encuentran en ambos personajes de esta oposición binaria donde la juventun no representa fuerzas ni la vejez sabiduría.
Celeste Arias
(sobre Nada no se vuelve a cubrir)
Lacán determina el deseo como el movimiento interminable de un significante a otro: así el sujeto de la narración va deslizándose desde el armario hacia las imágenes del viaje de vuelta, de allí al interior del armario, luego a la película: lo que se deja ver es la falta de represión de los deseos, el pleno desarrollo del inconciente, como si estuviéramos observando desde el interior de un ser humano sus sueños, allí, donde el inconciente nos presenta realizaciones simbólicas de lo que en él se halla reprimido, se produce una traslación de los significados. Porque no es posible determinar un significado para un significante, los significados se hallan entrelazados, fluidos,
infinitos en una urdiembre que nos lleva de uno a otro, que se rige por la ausencia y presencia.
Ana Schiappacasse
(sobre Un tal Roberto Drode)
Walter Iannelli refleja en “El tipo” la ilusión potenciada desde la más profunda sensibilidad, sublimada hasta el inconciente por el juego perverso deslizante, subversivo, que atrae, que atrapa, del escritor sometido a su propia trampa, caído en su propia red, el mismo juego, rodeo erótico que conoce de maravillas porque no es un principiante.
Liliana Iturrieta
(sobre Nada no se vuelve a cubrir)
Podría decirse acerca de este texto lo que Barthes llama “textos escribibles”, ya que no sólo poseen significados fijos, sino que hay una invitación a modelarlos. Esto se debe a que el cuento no presenta una secuencia precisa y arbitraria, no hay un claro principio y fin del relato.
Desde el punto de vista del sicoanálisis los elementos representados nos pueden llevar a interpretar un sentimiento de angustia: la búsqueda el objeto, lo que el personaje intenta encontrar en el armario, o en sus bolsillos. Para Freud existían distintas formas de expresión del inconciente, y una de ellas, aunque no la más clara, es la pérdida de determinados objetos.
Es en definitiva un texto dinámico y abierto que nos permite rescribirlo a medida que lo leemos según nuestras propias interpretaciones y entendimiento de los significados.
Rocío Micheli
(sobre Apuntes acerca de la obra de Carlos Nonato Zúñiga).
Desde el punto de vista estructuralista, porque notamos en la narración la expresión de conceptos opuestos, quiero decir que la narración narra lo que Carlos “Nonato” Zúñiga estuvo haciendo antes de ponerse a escribir una obra o, directamente, dado el título, es parte de lo escrito por alguien que no es Carlos “Nonato” (este segundo nombre tiene aspecto de ficticio, ya que se puede interpretar como alguien que no existe, que nunca nació). Hay entonces conceptos de oposición en lo conocido y desconocido, distanciamiento y acercamiento y tal vez otros dos más, sumergidos en la narración: distracción y concentración.
Leandro Bruna
(sobre Apuntes acerca de la obra de Carlos Nonato Zúñiga)
En este primer fragmento de Iannelli el primer hilo que quisiera reconocer tiene un tinte sicoanalítico, debido a que es evidente cómo “el principio de la realidad” se encuentra en pugna con el “principio del deseo”.
Otro significado interrumpe esta interpretación: “las marcas de género” (las revistas de moda de mi mujer).
Noelia Del Vecchio
(sobre Un tal Roberto Drode y Nada no se vuelve a cubrir)
… Todo este proceso doloroso, de incertidumbre antes del goce, pero un goce macabro, que, según Barthes, es morir, dejar de ser uno. Entonces ese goce, ese dejar de ser, esa muerte, es el ganar.
Ese motor del que habla Lacán, esa búsqueda de eso que perdí. Lo busco porque lo perdí.
En Nada no se vuelve a cubrir hay otra búsqueda. Esa búsqueda de qué entre las corbatas, en el bolsillo, que tiene que salir a flote. Entonces ¿por qué tanto orden (en ese ropero)? Si no alcanza, eso no se encuentra. El personaje Strasberg es un estructuralista, se deben hacer las cosas como el dice. Qué relación hay entre la acción de búsqueda con esa búsqueda de Strasberg en el actor de su obra. No encontraba nada, mejor dicho, no encontraba una actuación perfectamente estructurada, y el actor cuando se desestructura y se quiebra lo consigue.
Somos nosotros que develamos ese interior, ese inconciente que nos desestructura, y somos deconstruidos porque fluimos, nos liberamos de esa estructuración.
Pablo Diez Olea
Muchas veces sin querer darse cuenta o tal vez realmente porque no nos damos cuenta, es entonces donde surgen las excusas tan claramente desarrolladas por Iannelli (en Apuntes acerca de la obra de Carlos Nonato Zúñiga).
El toque antihumanista del postestructuralismo, los miedos, los deseos, las dudas, la mente que nos juega una mala pasada, tan característico en el sicoanálisis, se pueden apreciar en Un tal Roberto Drode.
Jacqueline Villareal
(sobre Un tal Roberto Drode)
Desde el punto de vista estructuralista, podríamos definir al texto por esta relación de contrarios, tensión que sostiene al texto, que es el texto mismo.
Desde la perspectiva posestructuralista, en cambio, veríamos que tal dicotomía tiene algo de ilusoria, ya que Drode no es completamente “el otro” porque su existencia define al protagonista y en ese sentido hay una conexión, algo común entre ambos por lo que dicha oposición desaparece. Los personajes entonces, son dos caras de la misma moneda.
Fernando Erbín
(sobre Un tal Roberto Drode)
El fragmento parece un cuarto oscuro, una nebulosa. No hay allí más que indicios, insinuaciones, provocaciones casi, de buscar, de querer ver algo donde no hay claras certezas. Pareciera que el texto busca una interpretación: ése es su sentido, está escrito para ser una obra, significar algo que la medida que es leído y su esencia se combine con la conciencia del lector.
Leandro López Trimarco
(sobre Un tal Roberto Drode, Nada no se vuelve a cubrir y Apuntes acerca de la obra de Carlos Nonato Zúñiga).
Me pareció interesante en los tres fragmentos ese algo oculto que está presente y que quizá a simple vista no se ve. Hay algo que los tres personajes introducidos por el autor necesitan sacar a la conciencia, hay algo que los aflige, los perturba. Con el primer texto, Un tal Roberto Drode, se nos presenta el juego del que habla Freud, el Fort-da. Hay un elemento (el sobre) que el personaje ha perdido y espera encontrar. También hay un personaje llamado Drode, que como ya nos anticipa el título es “un tal”, del cual no sabemos nada.
Este objeto perdido del juego del Fort-da se hace también evidente en Nada no se vuelve a cubrir y me parece aún más interesante. Hay algo que el personaje busca en el placar, no sabemos qué es, y a medida que el personaje busca el objeto se le viene a la cabeza la imagen de Strasberg insultando al actor por no actuar de una manera creíble.
Hay algo que perturba al personaje de Iannelli, algo que al igual que el primer caso está en el inconsciente. Esa película refleja algo de su propia vida.
En el último texto también se evidencia una angustia. “Encontrar las primeras palabras para… ”, “Libro que no me gusta”, son frases atractivas porque me hacen remitir a las diferencias entre obra y texto, placer y goce.
Melisa Rementería
(sobre Nada no se vuelve a cubrir)
“Como si en el fondo lo que busca pudiera encontrarlo en los bolsillos”. En los relatos tradicionales el goce del lector consistía en transitar las peripecias que iban desde la posesión de un bien, su pérdida y su posterior recuperación. Yo lector “sufría” con el protagonista dicho recorrido, pero tenía en el fondo la secreta convicción de que el bien sería reintegrado al protagonista. “Lo que no poseemos estimula el deseo y constituye una fuente de satisfacción narrativa”, dice Eagleton.
En los relatos tradicionales un objeto inicialmente perdido empuja la reacción hacía adelante. Sin embargo, en este texto, no sólo el protagonista ha perdido algo que no logra encontrar, sino que yo lectora también he perdido la descripción del objeto buscado.
Según Lacan no puedo, en el orden simbólico, poseer un objeto si no es a la luz de una posible ausencia, así como el amante que ha partido se ama más porque ya no está (“nada más amado que lo que perdí”, diría Serrat). El lenguaje suple al objeto, es metafórico, remite a ese interminable proceso de presencias y ausencias.
Marina Rapetti
(sobre Apuntes acerca de la obra de Carlos Nonato Zúñiga)
La observación del “viejito inofensivo”, “el signo”, como diría Seassure, hace en este caso que el personaje observador se defina por la diferencia; por lo que no se es, se llega a la propia identidad de lo que se es.
La mismidad del personaje se encuentra con la otredad a la que mira con curiosidad, como desconociendo a aquel ser y reconociéndose a sí mismo, pero identificándose, no rechazando, como podría pasar. Aquello que le era desconocido y distinto pero inofensivo fue invitado a ser parte, por un momento de la identidad del personaje principal.
“Se dejó caer”, “Como si tuviera sueño”, marcas de cansancio o aburrimiento, apatía o desinterés que se encuentran en ambos personajes de esta oposición binaria donde la juventun no representa fuerzas ni la vejez sabiduría.
Celeste Arias
(sobre Nada no se vuelve a cubrir)
Lacán determina el deseo como el movimiento interminable de un significante a otro: así el sujeto de la narración va deslizándose desde el armario hacia las imágenes del viaje de vuelta, de allí al interior del armario, luego a la película: lo que se deja ver es la falta de represión de los deseos, el pleno desarrollo del inconciente, como si estuviéramos observando desde el interior de un ser humano sus sueños, allí, donde el inconciente nos presenta realizaciones simbólicas de lo que en él se halla reprimido, se produce una traslación de los significados. Porque no es posible determinar un significado para un significante, los significados se hallan entrelazados, fluidos,
infinitos en una urdiembre que nos lleva de uno a otro, que se rige por la ausencia y presencia.
Ana Schiappacasse
(sobre Un tal Roberto Drode)
Walter Iannelli refleja en “El tipo” la ilusión potenciada desde la más profunda sensibilidad, sublimada hasta el inconciente por el juego perverso deslizante, subversivo, que atrae, que atrapa, del escritor sometido a su propia trampa, caído en su propia red, el mismo juego, rodeo erótico que conoce de maravillas porque no es un principiante.
Liliana Iturrieta
(sobre Nada no se vuelve a cubrir)
Podría decirse acerca de este texto lo que Barthes llama “textos escribibles”, ya que no sólo poseen significados fijos, sino que hay una invitación a modelarlos. Esto se debe a que el cuento no presenta una secuencia precisa y arbitraria, no hay un claro principio y fin del relato.
Desde el punto de vista del sicoanálisis los elementos representados nos pueden llevar a interpretar un sentimiento de angustia: la búsqueda el objeto, lo que el personaje intenta encontrar en el armario, o en sus bolsillos. Para Freud existían distintas formas de expresión del inconciente, y una de ellas, aunque no la más clara, es la pérdida de determinados objetos.
Es en definitiva un texto dinámico y abierto que nos permite rescribirlo a medida que lo leemos según nuestras propias interpretaciones y entendimiento de los significados.
Rocío Micheli
(sobre Apuntes acerca de la obra de Carlos Nonato Zúñiga).
Desde el punto de vista estructuralista, porque notamos en la narración la expresión de conceptos opuestos, quiero decir que la narración narra lo que Carlos “Nonato” Zúñiga estuvo haciendo antes de ponerse a escribir una obra o, directamente, dado el título, es parte de lo escrito por alguien que no es Carlos “Nonato” (este segundo nombre tiene aspecto de ficticio, ya que se puede interpretar como alguien que no existe, que nunca nació). Hay entonces conceptos de oposición en lo conocido y desconocido, distanciamiento y acercamiento y tal vez otros dos más, sumergidos en la narración: distracción y concentración.
Leandro Bruna
(sobre Apuntes acerca de la obra de Carlos Nonato Zúñiga)
En este primer fragmento de Iannelli el primer hilo que quisiera reconocer tiene un tinte sicoanalítico, debido a que es evidente cómo “el principio de la realidad” se encuentra en pugna con el “principio del deseo”.
Otro significado interrumpe esta interpretación: “las marcas de género” (las revistas de moda de mi mujer).
Noelia Del Vecchio
(sobre Un tal Roberto Drode y Nada no se vuelve a cubrir)
… Todo este proceso doloroso, de incertidumbre antes del goce, pero un goce macabro, que, según Barthes, es morir, dejar de ser uno. Entonces ese goce, ese dejar de ser, esa muerte, es el ganar.
Ese motor del que habla Lacán, esa búsqueda de eso que perdí. Lo busco porque lo perdí.
En Nada no se vuelve a cubrir hay otra búsqueda. Esa búsqueda de qué entre las corbatas, en el bolsillo, que tiene que salir a flote. Entonces ¿por qué tanto orden (en ese ropero)? Si no alcanza, eso no se encuentra. El personaje Strasberg es un estructuralista, se deben hacer las cosas como el dice. Qué relación hay entre la acción de búsqueda con esa búsqueda de Strasberg en el actor de su obra. No encontraba nada, mejor dicho, no encontraba una actuación perfectamente estructurada, y el actor cuando se desestructura y se quiebra lo consigue.
Somos nosotros que develamos ese interior, ese inconciente que nos desestructura, y somos deconstruidos porque fluimos, nos liberamos de esa estructuración.
Pablo Diez Olea
Muchas veces sin querer darse cuenta o tal vez realmente porque no nos damos cuenta, es entonces donde surgen las excusas tan claramente desarrolladas por Iannelli (en Apuntes acerca de la obra de Carlos Nonato Zúñiga).
El toque antihumanista del postestructuralismo, los miedos, los deseos, las dudas, la mente que nos juega una mala pasada, tan característico en el sicoanálisis, se pueden apreciar en Un tal Roberto Drode.
Jacqueline Villareal
(sobre Un tal Roberto Drode)
Desde el punto de vista estructuralista, podríamos definir al texto por esta relación de contrarios, tensión que sostiene al texto, que es el texto mismo.
Desde la perspectiva posestructuralista, en cambio, veríamos que tal dicotomía tiene algo de ilusoria, ya que Drode no es completamente “el otro” porque su existencia define al protagonista y en ese sentido hay una conexión, algo común entre ambos por lo que dicha oposición desaparece. Los personajes entonces, son dos caras de la misma moneda.
Fernando Erbín
(sobre Un tal Roberto Drode)
El fragmento parece un cuarto oscuro, una nebulosa. No hay allí más que indicios, insinuaciones, provocaciones casi, de buscar, de querer ver algo donde no hay claras certezas. Pareciera que el texto busca una interpretación: ése es su sentido, está escrito para ser una obra, significar algo que la medida que es leído y su esencia se combine con la conciencia del lector.
Leandro López Trimarco
"Iannelli sabe cómo crear un gran cuento, conoce sus íntimos secretos, tiene la paciencia y la habilidad de un artesano para tejer esa red hecha de palabras, de música y de tensión que fatalmente atrapará al lector. Y el lector feliz, celebrará haber sido atrapado. Rara avis para estos tiempos en que se habla de la no-narrativa, Walter Iannelli a pura narrativa consigue con Metano un libro excepcional."
Vicente Battista
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